Friedrich Wilhelm Murnau
Manuel Lamarca Rosales
Friedrich Wilhelm Murnau director de cine alemán es el protagonista de un nuevo ensayo de la colección Signo e Imagen de la editorial Cátedra. Conocido por el gran público sobre todo por un título, Nosferatu (1922), libre adaptación de la novela Drácula, de Bram Stoker. Gracias al estudio de Manuel Lamarca Rosales descubriremos que la filmografía de Friedrich Wilhelm Murnau cuenta, sin embargo, con otras películas tanto o más estimables: El último (1924), Tartufo o el hipócrita (1926), Fausto (1926), Amanecer (1927) y Tabú (1931), estas dos últimas rodadas en Estados Unidos.
El autor arranca la obra dedicando con el capítulo dedicado al Expresionismo en el cine. Nosferatu de Murnau fue un momento seminal en la historia del cine, dentro del cine de terror en general y el cine de vampiros en particular. Este libro es una herramienta útil para el estudioso del cine al desgranar las claves del cine expresionista.
Sólo sobreviven doce de las veintiuna películas de FW Murnau, y varias de ellas se encuentran en un estado incompleto. Pero incluyen algunas de las obras maestras perdurables del cine, entre ellas The Last Laugh, Nosferatu, Sunrise y Tabu. El estudio de Lamarca supone una interpretación crítica que contiene relatos de primera mano de sus métodos de trabajo y análisis detallados de sus películas.
Lamarca continua su obra repasando la interesante biografía de Murnau . A lo largo de veinte páginas descubriremos detalles como que tras estudiar arte e historia de la literatura en Heidelberg, Friedrich Wilhelm Murnau trabajó en la compañía teatral de Max Reinhardt, director dramático de quien recibiría notables influencias. Durante la Primera Guerra Mundial, Murnau realizó documentales propagandísticos; sólo tras la contienda comenzaría a dirigir creaciones personales en las que ya aparecían incipientes muestras de la estética cinematográfica que lo haría célebre.
Su carrera como director comenzó en 1919 en Berlín. Iniciado en los secretos de la puesta en escena al lado de Max Reinhardt, la concepción cinematográfica de Friedrich W. Murnau se vio influida desde sus primeros trabajos (Der Knabe in blau, 1919) por la pintura alemana del siglo XIX, cuyos paisajes y atmósferas supo trasladar a sus imágenes. Por este motivo, más que en la corriente expresionista, cabe situar a Murnau como un continuador de la estética romántica: sus películas, tanto las de tema fantástico como aquellas más realistas, se caracterizan por la belleza y el refinamiento de la puesta en escena, por una gran sensibilidad expresiva y por su especial sentimiento de lo trágico.
FW Murnau tuvo una educación diversa y artística y llevó un estilo de vida internacional cuando era adulto. Sus experiencias, intereses y educación, naturalmente, tuvieron un efecto profundo en la forma en que veía el mundo y se expresaba artísticamente. El autor destaca la perspectiva cosmopolita y lo elogia como un cineasta con una cultura única. Un individuo curioso y aventurero, Murnau viajó mucho, aprendiendo de otras culturas e interactuando con la comunidad cinematográfica internacional. Estas experiencias mejoraron sus películas tanto estética como técnicamente.
La obra de Murnau combina una amplia y variada base de conocimiento e inspiración, una búsqueda constante de innovación y un sentido artístico único. Sus biógrafos lo describen como “un gran purista” que siempre tuvo una idea clara de su película incluso antes de que comenzara el rodaje. Luchando constantemente por la perfección, exigía que se volvieran a filmar las escenas que no coincidían con su visión, siempre afirmando que "lo bueno no es suficiente". Murnau se involucraba en todas las etapas del proceso de realización de la película.
No es de extrañar que, con su profundo conocimiento de la literatura, el arte y el teatro, estuviera calificado para participar en todos los aspectos del proceso de realización de películas mucho más allá del papel de director, en realidad anotando todos sus guiones, dando instrucciones precisas sobre el vestuario y accesorios, discutiendo la partitura con su compositor y brindando notas sobre el movimiento de la cámara y el encuadre.
Su diversa elección de temas para sus películas y su capacidad para improvisar fácilmente nuevos desarrollos e interpretaciones de la trama son un resultado directo de su amor por la lectura. Aunque en realidad no escribió sus guiones él mismo, evidentemente se sintió atraído principalmente por proyectos tomados de material literario. Después de todo, Nosferatu es una reinterpretación de Drácula de Bram Stoker, Tartufo es una obra de Molière, Fausto está basado en la interpretación teatral de Johann Wolfgang von Goethe de una leyenda alemana y Der Januskopf es una de las primeras adaptaciones cinematográficas de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde de Robert Louis Stevenson.
La apreciación de Murnau por la historia del arte brilla vívidamente en sus composiciones, la interacción de luces y sombras, su comprensión de la forma y la línea, su participación en el proceso de diseño de escenarios y vestuario, e incluso sus ideas sobre el papel de la cámara. Vio el cine como una verdadera forma de arte y la cámara como una herramienta de artista. En sus propias palabras, creía que la cámara era “…el lápiz de dibujo del director. Debe ser lo más móvil posible para captar cada estado de ánimo que pasa, y es importante que la mecánica del cine no se interponga entre el espectador y la imagen.” Lo maravilloso de Murnau era que siempre estaba tratando de hacer algo nuevo… La obsesión de Murnau por las técnicas de cámara eficaces procedía de su fe infalible en el poder de la imagen. Puso gran énfasis en lo visual en sus películas y creía firmemente que el medio cinematográfico estaba especialmente calificado para comunicarse “solo por medio de imágenes; la película ideal no necesita títulos”. Sus películas son la prueba viviente de esa afirmación.
La experiencia de actuación y dirección teatral de Murnau lo dotó de un toque interno cuando se trata de cuestiones de interpretación. Evitando las convenciones artificiales desarrolladas en las primeras películas mudas y la actuación exagerada y estilizada asociada con el movimiento expresionista, alentó un estilo de actuación más naturalista. Habiendo trabajado y estudiado con Reinhardt, sin duda estaba familiarizado con el concepto de método de actuación basado en la psicología de Stanislavsky, y no dudó en adaptar el sistema de Stanislavsky para el cine mudo. Dedicó una gran cantidad de tiempo y esfuerzo al análisis y discusión de las emociones y motivaciones de un personaje con sus actores, restringiendo sus impulsos cuando era necesario para mantener el equilibrio y hacer una escena convincente y emocionalmente conmovedora. Intentó que sus actores “olvidaran el mal hábito de ‘dar una actuación’” y aprendieran a crear y desarrollar sus personajes. Creó personajes que cobraban vida y no eran meros estereotipos.
F. W. Murnau causó sensación por vez primera con Nosferatu, el vampiro (1922), una adaptación de la novela Drácula (1897), de Bram Stoker. Buena parte de los problemas futuros con los que tropezaría Nosferatu, relativos a la desaparición de negativos y otros males que aquejan a las obras del cine mudo, radican precisamente en su propio planteamiento como adaptación libre: la productora no compró los derechos de la novela, esperando que con los cambios de nombres, de localizaciones y de algunas situaciones pasaría inadvertida la fuente original. Sin embargo, la viuda de Stoker puso un pleito a la Prana-Film y la sentencia, emitida en julio de 1925, condenó a la productora a destruir todas las copias y negativos. Afortunadamente, la sentencia no se ejecutó a rajatabla, por lo que aún hoy podemos disfrutar de la que está considerada como una de las películas más importantes del cine fantástico de todos los tiempos.
Hay que destacar la colaboración en el filme de dos de las figuras clave del expresionismo cinematográfico alemán, el guionista Henrik Galeen y el operador jefe Fritz Arno Wagner. Pero pese a haberse rodado en la época de esplendor del expresionismo, Nosferatu se desmarca de esta corriente. En lugar del estudio, utilizado casi permanentemente por los cineastas expresionistas, F. W. Murnau prefirió rodar la mayor parte de las escenas al aire libre. Y a diferencia de sus compañeros de generación, no consideró que decorados y arquitectura fuesen esenciales, sino que puso el acento en la iluminación, especialmente en el contraste entre espacios en sombra y espacios con luz; todo el horror y el misterio deriva de una historia siniestra ambientada en un marco familiar y entre personas corrientes.
Murnau huyó también de la lentitud y lo estático, tan apreciados por los cineastas de la época, y optó por el dinamismo en el relato: para conseguir que ningún plano fuese gratuito y, por el contrario, todos tuvieran su sentido dentro del conjunto, planificó exhaustivamente la película ayudándose de unos dibujos al estilo de los actuales story boards. La aceleración de algunas imágenes y la utilización de fragmentos de película en negativo convirtieron al director en precursor en el uso de ciertas técnicas de vanguardia y, en cierta medida, en renovador del lenguaje cinematográfico; no menos destacables son, en el conjunto de su filmografía, el uso de la cámara subjetiva y la originalidad de los encuadres.
Su siguiente obra maestra fue El último (1924), que cimentó su reputación como uno de los más destacados cineastas de ámbito mundial. El último fue una producción excepcional del cine mudo, tan expresiva en el aspecto visual que prescindió completamente de los subtítulos, sin que ello restara claridad a la trama o al sentido de la acción. Por su trabajo en este filme, a principios de 1927 la Fox le ofreció trabajo en Hollywood. Antes de partir rodó Fausto (1926), donde ofreció su particular visión de la leyenda basada en el personaje real del doctor Fausto, astrólogo y mago de la Alemania del siglo XVI.
Su primera película estadounidense, Amanecer (1927), ha sido considerada "la cumbre más alta del cine mudo alemán" y aclamada como "el mejor filme de todos los tiempos". Amanecer refleja una preocupación por la integridad espacial y dramática, con una perspectiva pesimista y la sensación de fatalidad característica de sus películas alemanas. F. W. Murnau rodó todavía otras dos películas para la Fox antes de asociarse con el director de documentales Robert Flaherty. Su único trabajo conjunto fue Tabú (1931), película rodada en los mares del sur; Murnau falleció a los 42 años de edad, una semana antes del estreno, a causa de un accidente de automóvil.
El autor también hace un recorrido por sus películas perdidas de su etapa alemana. En 1919: "Der Knabe in Blau", sobre un noble empobrecido que cae bajo el hechizo de una siniestra piedra preciosa, que ahora se cree que está desaparecida. También utilizó motivos místicos en la serie de tres partes "Satanas" (1919), en la que trabajó por primera vez con el camarógrafo experimental Karl Freund y el actor Conrad Veidt , y en "El jorobado y la bailarina" (1920). , que marcó el comienzo de la colaboración con el guionista Carl Mayer .
En el drama de misterio "Schloss Vogelöd" (1921), que se rodó en solo 16 días, Murnau demostró todas sus habilidades a la hora de crear una atmósfera de miedo y amenazas latentes a través de perspectivas de cámara y ambientes de iluminación inusuales. En el mismo año, llevó este talento a la perfección en la película de vampiros "Nosferatu - Eine Symphonie des Grauens" (1921; estreno mundial en 1922): la película de terror extremadamente atmosférica es considerada una de las grandes obras maestras del cine mudo alemán en todos los aspectos. .
El conocido autor Thea von Harbou escribió los guiones de sus siguientes cuatro películas: además de los dramas familiares y sociales "Der brennende Acker" (1922), "Phantom" (1922) y "Die Aus exorcation" (1923), La única comedia de Murnau es una de ellas, "Las finanzas del gran duque" (1923).
Murnau logró hacer otro clásico del cine mudo en 1924 con la tragedia "El último hombre" (1924), que describe el declive social de un portero de hotel ( Emil Jannings ) para convertirse en asistente de baño. Sus dos siguientes películas, las adaptaciones literarias "Tartüff" (1925) y "Faust" (1926), se encuentran ahora entre los clásicos del cine de Weimar, aunque no cumplieron con las expectativas comerciales cuando se exhibieron por primera vez.
Lamarca más tarde se detiene en los films conservados de esa etapa y por último desgrana los cuatro filmes facturados en su etapa americana. En 1926 firmó un contrato de cuatro años con Fox y se mudó a los Estados Unidos. Su primera película de Hollywood, el drama romántico "Sunrise" (1927), recibió críticas entusiastas, ganó tres premios Oscar y ahora también se considera una obra maestra cinematográfica, pero en la taquilla no estuvo a la altura de las expectativas. Como resultado de este revés comercial, Murnau sufrió la interferencia del estudio en sus siguientes películas: la historia de circo Four Devils (1928), que ganó un Oscar a la mejor fotografía, luego recibió un final feliz y una banda sonora; en "Chica de ciudad"
Después de estas experiencias negativas, Murnau canceló su contrato con Fox y regresó a Berlín en 1929. Tras el fracaso de las negociaciones con Ufa, viajó ese mismo año a Tahití, decidido a rodar allí una película con absoluta libertad artística. Trabajando con el documentalista Robert Flaherty, planeó una película sobre la gente del tahitianismo, pero debido a que las ideas de los dos hombres eran demasiado diferentes (Flaherty quería ser más documental que su colega), Murnau completó el trabajo por su propia cuenta, aunque eso significaba que no solo tuvo que aportar toda su fortuna, sino que también tuvo que endeudarse mucho. La historia de amor "Tabú"
Una vez terminada la producción, muy endeudado, Murnau regresó a Hollywood, donde Paramount le ofreció un contrato de diez años debido a la impresionante "Taboo". El estudio también se hizo cargo de la distribución de la película, aunque el director no vivió para ver su estreno: el 11 de marzo de 1931, una semana antes del estreno, Friedrich Wilhelm Murnau murió como resultado de un accidente automovilístico.
Se concluye la obra con un apartado donde el autor expone la influencia que el cine de Murnau tuvo en distintos cineastas.
Manuel Lamarca Rosales en esta ocasión ejerce como historiador del cine mudo elogiando el trabajo de F.W. Murnau pero es poseedor de una amplio curriculum.
El autor es Doctor en Comunicación Audiovisual y Publicidad por la Universidad Complutense de Madrid en 2017, Máster oficial EEES en Derechos Fundamentales, especialidad Libertades Informativas, por la UNED en 2011, Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Granada en 2010 y Licenciado en Derecho por la Universidad de Córdoba UCO en 2002.
También fue consejero asesor del Aula de Cinematografía y Artes Escénicas de la Universidad de Córdoba UCO 2000-2002 y becario coordinador sociocultural del Aula de Cine de la Universidad de Córdoba UCO durante 1996-1999.
Inicia su carrera como cineasta con los cortometrajes en Super 8 mm, Día de Facultad 1997 y La chica 1999.
Profesor, funcionario de carrera, de la especialidad de Medios Audiovisuales de la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria de Córdoba, es autor del largometraje documental Dentro del cine seleccionado a concurso en la Sección Oficial del XXVI Festival Cinematográfico Internacional de Uruguay 2008 y ganador en 2018 del premio ASECAN al mejor libro andaluz de cine por Jerry Lewis. El día en el que el cómico filmó. Premio Córdoba Joven 2007 en la modalidad de Arte por el Instituto Andaluz de la Juventud.
Su cortometraje documental experimental Sinfonía breve de una ciudad 2013, ganó el Premio Especial en el IV Festival de Cortometrajes K-lidoscopi de Cullera (Valencia) en octubre de 2015. En 2008 coprodujo el galardonado cortometraje cómico Le pique nique, dirigido y protagonizado por Andrés Berlanga.
Coautor de los libros de cine Cómo crear una película. Anatomía de una profesión 2008 y Conversaciones con cineastas españoles 2002, es autor de El cine de Alberto Rodríguez. Conversaciones 2020, primera monografía publicada en español sobre el cineasta sevillano, director de La isla mínima 2014, nominado al premio ASECAN 2021 al mejor libro andaluz de cine.
Como poeta ha escrito los poemarios Poemas del alma mía 2009 y Mezcolanzas, fruslerías y otros poemas 2014. Participó en la edición de Cosmopoética 2012.
Este monográfico sobre el maestro del cine expresionista alemán Friedrich Wilhelm Murnau, en la prestigiosa colección Cineastas, Signo e Imagen de Ediciones Cátedra, 2022 supone su última obra literaria.
En 2022 dirige y produce el largometraje documental Guerra, Alfonso. El hombre detrás del político, una biografía en primera persona protagonizada por el histórico político socialista sevillano, Alfonso Guerra González, quien fuera vicepresidente entre 1982 y 1991 del gobierno de Felipe González Márquez.
Lamarca ingresó en junio de 2019 como miembro asociado de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España.