NOVEDAD DE UNDERDOG VENTURES: "DETRÁS DEL GRITO, LO QUE EL FANTATERROR ESCONDE"
Detrás del grito, lo que el fantaterror esconde
Autor: VVAA
Editores: Rocío Alés y Jorge González del Pozo
A pesar de que en la actualidad la etiqueta Fantaterror funciona para hacer alusión al grueso del cine fantástico y de terror español desde sus orígenes hasta nuestros días, antes de que el concepto se desvirtuase y perdiera su sentido original, haría referencia a una serie de producciones enmarcadas en torno a unos límites cronológicos muy específicos: finales de los sesenta, hasta poco antes del inicio de la década de los ochenta. Así, en poco más de diez años, tendría cabida un experimento sin precedentes en la cinematografía española, caracterizado por una marcada preferencia por el horror gótico que tendría en la productora británica Hammer su principal fuente de inspiración, y se desmarcaría tanto en fondo como forma del naturalismo propio del cine español del momento.
Procuro no usar el término spaghetti-western para hablar de las películas del género del oeste producidas en Europa. Me gusta utilizar el término eurowestern, sobre todo porque la etiqueta spaghetti-western nació como una denominación peyorativa en los años sesenta, y a veces se ha transferido con un aire de chanza para un fenómeno cinematográfico absolutamente respetable. Algo parecido me pasa con el término “Fantaterror”. A mí, me gusta hablar de Fantástico Español, o de Fantástico Europeo si hablamos de cine de coproducción, y siempre incluyendo dentro de la acepción, el cine de fantasía, el de terror, el de ciencia ficción y el imaginario. Por dos razones. Una, el término “fantástico” genérico es más amplio a la hora de englobar títulos de diferentes estilos e intenciones. Y otra, porque, aunque existía otro término muy peyorativo para referirse al cine fantástico español de décadas pasadas, como es “terror de pipas”, el de Fantaterror a veces es tomado con un carácter de, como mínimo condescendencia, cuando no directamente desprecio o sorna para hablar del fenómeno. No obstante, hay que añadir que no es el caso del volumen que nos ocupa, ya que aquí el fenómeno está tratado con respeto y rigor. Muy acertadamente, Ángel Sala señala que no se encuentra el término Fantaterror en lo escasamente publicado sobre el fantástico español en las décadas de los setenta y ochenta. ¿Cuándo surge entonces el término? Porque películas de cine fantástico en la cinematografía española se pueden encontrar, aunque desperdigadas, desde los años veinte del siglo pasado. Pues bien, a principios de los años noventa son el historiador Adolfo Camilo Díaz y el cineasta Jacinto Molina/Paul Naschy, quienes acuñan el término Fantaterror, a partir de la lectura de una tesis universitaria en 1992, después publicada en 1993 con el título de El cine fantaterrorífico español, de claro carácter analítico y reivindicativo. La autoría del texto era de Camilo Díaz, pero el historiador la construye a partir de las conversaciones y reflexiones con Naschy, quien se convierte desde ese momento en el gran valedor del término. Los porqués del nacimiento del término “fantaterrorífico” tienen que ver con la citada escasa existencia de literatura dedicada en aquel momento al tema del cine fantástico español, y que la poca que existía, centrada en un par de autores como mucho, cuando no ignoraban la cuestión, se cebaban negativamente, descarnadamente y sin piedad, sobre los realizadores que intervinieron en el fenómeno, con un claro afán de denostación. De esta forma, con el término Fantaterror se proponía un término que venía a dignificar y reivindicar las formas y el fondo de un fenómeno que en un tiempo concentrado fue muy prolífico y exitoso. Y desde aquel momento de los incipientes noventa, treinta años después, de alguna manera ha quedado instaurado que la forma al uso de referirse al cine fantástico y de terror español producido de los años sesenta a los ochenta, es con el término de Fantaterror, metiendo dentro del saco producciones que en unos casos tienen características parecidas y en otras, según mi opinión, no tanto. Desde un punto de vista etimológico, el término Fantaterror es muy sencillo de descifrar: mezcla de fantástico y terror. Y esto le venía, y viene, como anillo al dedo al cine que Paul Naschy cultivó primero como guionista y luego como director, al frente de otros cineastas: el terror que viene de lo imaginario, es decir, de los personajes irreales y contextos extraordinarios, donde entran por derecho propio las criaturas monstruosas de fantasía. Por tanto, las otras historias de los monstruos “reales”, desprovistas de elementos fantásticos, a priori no entrarían en el término, como por ejemplo los psicópatas de La residencia de Narciso Ibáñez Serrador, de El huerto del francés y El carnaval de las bestias de Jacinto Molina, de Al filo del hacha de José Ramón Larraz, o de Mil gritos tiene la noche de Juan Piquer, aunque esta última tiene un apunte fantástico final, ni tampoco Las crueles de Vicente Aranda, por ejemplo. Pero, aun así, todas estas películas son frecuentemente incluidas en las enumeraciones del término, no encontrándose ningún problema para englobarlas en la denominación del fantástico, por su carácter más amplio. Siguiendo esta tradición/popularización de la materia a la que se adscribe el Fantaterror, centrémonos pues en el periodo que va de los años sesenta a los ochenta, para dar aquí unas pinceladas de características a modo de introducción a este libro y para ello, utilicemos tres anécdotas reales. Primera anécdota. Marzo de 1969, se rueda El Conde Drácula de Jesús Franco en los Estudios Balcázar de Barcelona. El director artístico de la película es Jack Taylor, quien además de excelente actor, hace las solventes funciones de responsable de decoración en esta película y en El proceso de las brujas, también de Jess Franco. En el caso de El Conde Drácula, sí había un guion al uso, más allá de una sinopsis, cosa infrecuente en Jess Franco, y el texto marcaba que el enfrentamiento entre Van Helsing y Drácula, es decir, Herbert Lom y Christopher Lee, quienes nunca rodaron juntos, se producía en un salón turco. Y para abaratar costes, Taylor adaptó el decorado del saloon del oeste de los Estudios Balcázar como la estancia necesaria, atrezando aquí y allá. Es decir, un decorado del oeste al servicio de una película de terror gótico. El apunte anecdótico de la conversión del decorado, algo por otro lado frecuente en los rodajes, nos lleva a hacer una metáfora del cine de géneros en España a finales de los noventa: con la saturación del mercado del western, este da el testigo al fantástico. A principios de los años sesenta el cine de coproducción español, se centra en narrar películas ambientadas en el oeste americano, utilizando paisajes españoles, contratando actores foráneos y también españoles a los que se hace pasar por extranjeros, tanto para el mercado nacional como internacional. El fenómeno es un éxito y se extiende durante una década, momento en el que el género comienza a languidecer. Es en ese momento en el que la búsqueda de nuevos filones, y especialmente a partir del rodaje de La marca del hombre lobo de Enrique López Eguiluz, película promovida, escrita y protagonizada por Paul Naschy, cuando el cine español se lanza, con o sin coproducción, a realizar películas ambientadas en países foráneos o imaginarios, protagonizadas por actores extranjeros, mayormente afincados en España, o españoles con pseudónimo, localizaciones miméticas, doblaje al inglés para el mercado exterior, y presupuestos ajustados, cuando no paupérrimos, salvo el caso de La residencia, que era una superproducción. Y a su vez se crea una mitología propia como son las momias templarias de Amando de Ossorio, el Dr. Orloff de Jesús Franco, o el licántropo Waldemar Daninsky de Paul Naschy. Son unos años en los que por otro lado el género es difundido en revistas especializadas y cómics españoles, como es el caso de Dossier negro, Vampus, Rufus, y posteriormente, Terror Fantastic, publicación con un título que de alguna manera antecede al término Fantaterror. Y son unos años en los que, qué duda cabe, influyen en el público las propuestas televisivas de Narciso Ibáñez Serrador, como es el caso de Historias para no dormir. El género resulta un éxito, no solo en España, donde en 1972, más del 25 % de las películas del año producidas en España estaban adscritas al fantástico, si no, también por la rentabilidad de ventas al exterior. Un fenómeno que, como pasó con el eurowestern, de nuevo entra en crisis una década después, entre otras causas, por la saturación de la oferta. Segunda anécdota. Enero de 1973, en el Cine Yago de Santiago de Compostela se proyecta la película Las melancólicas de Rafael Romero Alba, producción española estrenada en el mercado anglosajón como Exorcism’s Daughter (La hija del exorcismo). Como algo inusual en esos momentos de la dictadura, los espectadores contemplan en ese cine una película llena de desnudos, escena orgiástica incluida. Pronto corre la voz y hasta la ciudad llegan autobuses cargados de nuevos espectadores, ávidos de ver lo prohibido, hasta ahora solo posible si se viajaba a Biarritz o Perpiñán. Así, hasta que las autoridades se dan cuenta de lo ocurrido: se estaba proyectando la versión internacional de la película, la destinada al mercado exterior, y aquí prohibida, ya que se equivocaron al enviar la copia a “Santiago”, en lugar de a Santiago de Chile, a Santiago de Compostela. Esta anécdota es muy definitoria de ese cine y de este país. En un tiempo en el que en España la represión sexual era contundente, llega un género que muestra hasta donde se podía, una visión sexual de cierto carácter mórbido, metáforas de diferentes orientaciones incluidas. Y lo que no se podía mostrar, se reservaba para el exterior, de ahí que en estas películas se rodase la doble versión, con las actrices completamente desnudas o sólo en ropa interior, y más adelante, ya avanzando en la década de los setenta, con las intérpretes semidesnudas. A esta cuestión del sexo, se añade como característica del fantástico y terror español de la época, dos aspectos que sí aceptaba la censura: la sangre y el gore desmedido, y la brutalidad, la excesiva y descarnada violencia como un reflejo social de aquellos tiempos, algo así como el tremendismo goyesco. Como antes ocurrió con el eurowestern, se trató de una reinterpretación a la española, en un primer momento, de las influencias de la Universal y de las películas de la Hammer que se habían conseguido estrenar en España, y posteriormente, lo propio con lo que marca el Giallo italiano. Tercera anécdota. Varios medios en 1983 se hacen eco de un incidente ocurrido en el castillo de Chinchón: un tigre de bengala pone en apuros un rodaje. Se trataba del rodaje, con bastante profusión de medios, de La bestia y la espada mágica, con el título provisional de La bestia y los samuráis, película escrita, protagonizada, producida y dirigida por Jacinto Molina/Paul Naschy. Y en el mismo, el felino, una hembra, sitió dentro del decorado durante horas, a un equipo de Televisión Española que cubría el rodaje, a los técnicos de la película, y al propio cineasta, quien, maquillado de licántropo, debía de enfrentarse a la fiera. Y esta anécdota felino-licantrópica, de carácter tan exótico, nos lleva una metáfora del riesgo que corría Paul Naschy en los años ochenta. Nos encontramos en un momento de crisis en el cine y también en el fantástico español, en el que el proteccionismo estatal no iba a ayudar al cine de géneros, y sin embargo Molina/Naschy seguía en la lucha, haciendo el más difícil todavía, sobre todo a nivel de producción, para intentar convencer a un público y una forma de hacer el cine, que estaba cambiando. En principio, siguiendo el segmento temporal al que se está asociando popularmente al Fantaterror, finalizando los años ochenta y con películas como El aullido del diablo, Descanse en piezas, o Slugs, muerte viscosa, se cerraría el ciclo del término. Pero, no obstante, vuelvo a recalcar que el fantástico español aparece, aunque no de una forma tan compacta, décadas antes de los sesenta, y que tras la crisis de los ochenta continúa hasta la actualidad, en este momento vivo, eso me parece evidente. Siguiendo la estela de lo que definiríamos en el fenómeno, este volumen, a través de sus artículos analiza diferentes títulos fundamentales del género, cineastas, y autores con derecho propio a llamarse así, a la cabeza de los cuales está Paul Naschy. Un fenómeno que supone más complejidad de la que parece, y que merece todas las revisiones posibles, como esta, que bienvenida sea. Víctor Matellano
Biografía del autor
Rocío Alés es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Málaga. Profesora de Historia e investigadora que, bajo el seudónimo de MissTerror, divulga en redes sociales sobre el género de terror, el tatuaje y la fotografía.
Detalles del producto
Editorial : Underdog Ventures
Fecha de publicación : 15 septiembre 2025
Edición : N.º 1
Idioma : Español
Longitud de impresión : 320 páginas
ISBN-10 : 8412917359
ISBN-13 : 978-8412917352
Peso del producto : 240 g
Dimensiones : 12 x 2 x 19 cm
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